DESAYUNO CON VIANDANTES

He encontrado una iniciativa maravillosa a la que habría que unirse lo más pronto posible!:

Sr juez,

Últimamente se han producido una serie de acontecimientos que han cambiado radicalmente mi forma de entender la nutrición, la amistad, la vida en sí, y por ello me veo impelido a abandonar este valle de lágrimas.
Todo comenzó hace tres meses con lo que parecía una inofensiva reunión de amigos: unas sillas, un poco de café e insustanciales comentarios de sábado por la mañana, nada elevado. Pese a lo liviano de la situación decidimos tomar unas cervezas tras el evento, inconsciente de las terribles consecuencias que ello conllevaría.
Las campanas de una iglesia cercana anunciaron la catástrofe, era hora de comer! Compungido, abrumado por la culpa regresé a casa a recibir la reprimenda de mi mamá, que me había encargado la compra de unas vituallas. Jamás pasé sobremesa más amarga, ni el cine de barrio alivió mi pesar..
Al mes siguiente se repitieron las circunstancias: quedar para desayunar con unos amigos, comer unos croissants y en menos que canta un gallo la inercia de la molicie, mi más profundo instinto autodestructivo, me llevó a descuidar de nuevo mis obligaciones domésticas. Y esto afecta sobremanera a mi vida espiritual: el mal gesto de mi madre me indispone a acrecentar mi acervo cultural con las películas de Paco Martínez Soria...
Y así llegamos a este sórdido febrero, moralmente hundido.
Sr Juez, comprende mi situación? El café ha perdido su aroma si no lo tomo en la calle, los bollos no tienen sabor si me los como solo en casa, ya no encuentro en la televisión nada que distraiga mi ansiedad y mi madre no me encarga ir al mercado porque no confía...

El sábado 21 han quedado de nuevo éstas, mis malas influencias, como siempre a las once de la mañana, como siempre cada uno lleva su taza, desayuno para compartir y silla, y yo no tengo ánimo de continuar con esto. Quizá pase por los Santos Juanes a despedirme.

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